
“Borbur entró en un periodo de violencia que durante años sufrimos los habitantes”, dice Yaneth Bonilla al recordar los años en que una guerra territorial, que no tuvo preferencias o clasificaciones de víctimas, afectó a todos sus pobladores.
Encontrar a sus seres queridos, amigos o vecinos muertos era el resultado de un conflicto que los llevó a pensar en construir alternativas de vida o de sobrevivencia, en un municipio de paisajes hermosos, pero inundado de violencia que los convirtió en una población olvidada.
San Pablo de Borbur está ubicado en el suroccidente de Boyacá, cerca de Otanche, Pauna y Muzo; poblaciones tradicionalmente productoras de las mejores esmeraldas de Colombia. Por su clima y la riqueza de sus suelos, es apto para el cultivo de varios productos agrícolas.
Allí, muchas familias cambiaron sus cultivos de coca por siembras de pancoger, como una alternativa económica y de sustento, y evitaron seguir exponiendo sus propiedades a una extinción de dominio por ser productoras de cultivos de uso ilícito. Cansados de tanta violencia y olvido, sus pobladores se reunieron y tomaron una decisión que no solo garantiza su tranquilidad, sino la de las generaciones futuras: Cambiaron cultivos ilícitos por cultivos lícitos. Así nació el 22 de marzo de 2004, la Asociación Campesina de Cacaoteros de San Pablo de Borbur, Boyacá (Asocacabo), con la que erradicaron todas las matas de coca y sembraron cacao. Para sus socios fue un cambio total, aunque difícil porque debieron cambiar de mentalidad, cambiar de ingresos económicos. Sin embargo, tuvieron la satisfacción de que su territorio estaba teniendo una transformación, de uno de guerra a uno de paz.
En 2012, le otorgaron el reconocimiento de territorio libre de cultivos ilícitos. Fue algo formal, ya que no les entregaron un certificado que lo acreditara, sin embargo, a la fecha siguen conservando sus tierras sin una mata de coca.
Entre los asociados hay un gran número de mujeres que se han ido apoderando del cultivo de cacao como de la transformación del territorio. Es el caso de Silvia Milena Bernal, quien no se quedó solo con el logro de sembrar cacao y de ser una de las productoras asociadas más juiciosa y comprometida con la asociación, sino con los proyectos que se adelantan, orientando y apoyando en lo que requieran otros asociados.
Capacitación y equidad
Además de responder con su deber de madre, desarrolla su propia marca de chocolate de mesa, y aunque de manera muy artesanal, no tiene nada que envidiarles a chocolates industrializados. Sabe que debe seguir capacitándose y mejorando en su producción, y tal vez tener más líneas de fabricación y como reto principal, aprender a manejar las máquinas que ha adquirido su asociación, ya que muchas de ellas están quietas y sin estrenar porque desconocen su funcionamiento.
Los asociados también han apostado por otros productos. Elkin Yesid Montero comenta: “Como asociación desarrollamos un whisky de cacao, muy apetecido por los visitantes que llegan a nuestro municipio, por su sabor amable y toques achocolatados”.
Es así como Asocacabo avanza en la lucha diaria para que su territorio siga libre de cultivos ilícitos, ya que por voluntad propia sus asociados decidieron conservar la paz y siguen en la tarea de fortalecer su asociación en temas de cooperativismo, transformación de productos, manejo de maquinarias y cadenas de comercialización.
Es decir, seguir mejorando su producción en términos agroecológicos, de la mano de la Unidad Solidaria, como lo expresa Elkin Yesid Montero: “Sabemos que podremos conseguirlo y el reto más grande es lograr la certificación y declaración por parte de las Naciones Unidas, de que somos un territorio libre de cultivos ilícitos. Así lograr más desarrollo, no solo para nuestra asociación, sino lo más importante, para nuestro municipio”.
El proceso asociativo no solo ha servido para la producción de cacao y la transformación del territorio. En ese sentido, Silvia Milena Bernal resalta que antes las mujeres no tenían espacios de participación y decisión como los tienen actualmente.
“Antes estábamos sumergidos en un machismo que opacaba nuestra labor dentro de la asociación, pero esto ha cambiado porque ahora en la junta directiva de Asocacabo contamos con tres mujeres en la representación legal, la tesorería y la secretaría. Y, estamos a la vanguardia con el Gobierno nacional donde buscan el reconocimiento de las asociaciones que tengan una equidad de género y que seamos potencia de paz”, concluye Silvia Milena Bernal.