15 de Marzo del 2019
Con el apoyo de Organizaciones Solidarias, hoy son menos las víctimas y más los empresarios
Bojayá

El 2 de mayo de 2002 es una fecha que quedó grabada  en la memoria de los colombianos luego de que en el interior de la iglesia de Bojayá explotara un cilindro bomba, lo que dejó 119 personas muertas y la destrucción parcial de este municipio, ubicado a orillas del río Atrato, en el departamento del Chocó.

Este suceso, sumado a los constantes enfrentamientos entre grupos militares al margen de la ley que luchaban por el dominio del territorio, hizo que miles de personas huyeran del conflicto, para preservar sus vidas y ofrecer un mejor futuro a sus familias.

En el año 2011, Edwin Guardia y su esposa, dos jóvenes bojayaseños, buscando una alternativa de trabajo e ingresos económicos dignos, descubrieron las ventajas que ofrece la cúrcuma, una planta medicinal que se da muy bien en este departamento y que les permitió emprender con este negocio.

“Al principio fue  muy difícil porque solo mi esposa y yo creíamos en esto, tocamos muchas puertas y para nosotros es un logro supremamente importante que hoy en día el campesino o el productor de Bojayá, tenga una esperanza”, manifestó Edwin en entrevista con Organizaciones Solidarias.

Esta ardua labor fue apoyada por la Unidad Administrativa Especial de Organizaciones Solidarias, con la intervención de un grupo interdisciplinario que se encargó de brindarles capacitación a los hoy integrantes de la Asociación de Víctimas del Conflicto Armado y Población en Condición de Vulnerabilidad. “Gracias a que Organizaciones Solidarias  nos apoyó, nos enseñó, hoy en día con ese conocimiento cada productor sabe cuánto puede producir, cómo va a sembrar, cómo va  a cosechar, cuánto le va a ingresar y cómo va a distribuir sus beneficios. Entonces pienso que ha sido muy significativo porque ha sido la base de la transformación nuestra de productores a empresarios”.

Con el esfuerzo de este grupo de emprendedores y el empeño que han puesto en adquirir nuevos conocimientos, esta asociación, que empezó bajo la incredulidad de muchos, actualmente está fortalecida y continúa trabajando, más que en el cultivo de la cúrcuma, que es su principal fuente de ingresos,  en borrar de la mente de sus asociados la condición de víctimas.  Hoy todos son conscientes de que al hacer parte de una asociación son dueños de su propia empresa, toman decisiones y actúan en pro del crecimiento económico de su región, reforzando el ideal con el que nació la asociación: menos víctimas, más empresarios.