
Bajo la majestuosidad de los Cerros de Mavicure, en el departamento de Guainía, el presidente Gustavo Petro sancionó la Ley 2294 de 2023, por medio de la cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo “Colombia Potencia mundial de la Vida”. Este Plan se constituye en la ruta del cambio para que el Estado, las comunidades, sus organizaciones y sus redes impulsemos transformaciones históricas y necesarias para que Colombia salga de cientos de años de pobreza, abandono, olvido y violencia.
La ruta comprende dos dimensiones: impulsa la justicia social al tiempo que propone un diseño de país capaz de ponerse a tono con la lucha por la salvaguarda del planeta. En primer lugar, su apuesta por la justicia social se sustenta en llevar los recursos del Estado a las poblaciones más apartadas, a la profundización de las economías populares, comunitarias, sociales y solidarias que durante años han sobrevivido a los embates del mercado con sus manos invisibles y sus normas inequitativas.
Sacar a millones de colombianos y colombianas de la pobreza y reducir la desigualdad a través de la asociatividad, del apoyo a sus emprendimientos colectivos, a sus proyectos territoriales, a sus prácticas y saberes, desde los cuales pueden apuntalar otras visiones de desarrollo, orientadas a materialización del buen vivir.
Pero este propósito, debe impulsarse a la luz de la nueva realidad planetaria impuesta por la crisis climática y sus efectos devastadores. Así que ahora que el planeta exige cambios en las prácticas de consumo, de producción y relacionamiento con el orbe, el Plan de Desarrollo propone devolverle la voz al agua, la vida a las montañas; volver a hacer del campo la despensa alimentaria de Colombia y del mundo, devolverles el valor estratégico a los páramos, recuperar el potencial maravilloso de ríos y mares y proteger el circuito vital de la Amazonia.
¿Quiénes serán los y las protagonistas para sacar adelante estos propósitos comunes? Sin duda, toda nuestra apuesta pasa por un nuevo pacto entre las comunidades, sus organizaciones y el Estado. Un nuevo pacto basado en el respeto de la vida, en la profundización de las prácticas democráticas, los saberes propios de los pueblos y las decisiones estratégicas que hagan que los recursos lleguen a todas las regiones.
En Cada territorio de Colombia hay un conjunto de proyectos colectivos, de organizaciones, de asociatividades autónomas y potentes que durante años han impulsado transformaciones territoriales, sectoriales, poblacionales y sociales. Estas organizaciones, sus redes comunitarias, los gobiernos locales y Gobierno nacional constituyen la urdimbre que hará posible construir territorios asociativos solidarios, en donde los proyectos colectivos dialoguen con la naturaleza, con la cultura, con la gente, con sus saberes y sus prácticas, con sus historias y la historia de sus ríos; con la memoria colectiva de las comunidades y la historia eterna de sus montañas.
Desde la Unidad Administrativa Especial de Organizaciones Solidarias (Unidad Solidaria) nos proponemos acompañarlos en cada territorio, en cada experiencia transformadora colectiva que nazca del seno de la solidaridad, del apoyo mutuo, de la cooperación entre la gente y la naturaleza.
Hagamos entonces que se vuelva posible el alimento limpio, el mercado solidario, la cultura de la asociatividad, el diseño comunal colaborativo, la escuela cooperativa, el liderazgo colectivo. Volvamos a encontrarnos en la minga, el convite, la mano prestada, el domingo comunitario, entre otras prácticas colectivas, con las que tejimos la historia que hemos decidido transformar para hacer de Colombia la Potencia Mundial de la Vida.