
Con los cambios propuestos por el Gobierno actual, los múltiples retos que tiene la economía popular al buscar una transformación con un enfoque social, y a raíz de la evidente importancia que nos dejó la crisis de la pandemia, la economía del cuidado sigue siendo uno de los sectores que más comprensión y reivindicaciones necesita.
En este ámbito, la presencia del Estado, a través de acciones como políticas públicas, debe servir como principio para mejorar las condiciones de las y los trabajadores de la economía del cuidado. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han propuesto nociones sobre la economía del cuidado para el diseño y conducción de políticas socioeconómicas para América Latina y el Caribe.
La CEPAL define la economía del cuidado como “todas las actividades que aseguran la reproducción social y el mantenimiento de la vida humana en un ambiente adecuado, la economía del cuidado protege la dignidad de las personas y la integridad de sus cuerpos, esta promueve la educación y la formación, apoya el bienestar psicológico y emocional y mantiene los vínculos sociales”.
También, como lo expresa la OIT, el trabajo de cuidado, tanto remunerado como no remunerado, implica actividades directas, incluida la alimentación de bebés o el cuidado de personas mayores, y actividades indirectas, como limpiar o cocinar.
Claudia Guedes, doctora e investigadora en política científica y tecnológica, habla sobre el tema que ha estudiado en su natal Brasil: “...los trabajadores de la economía del cuidado, a pesar de su importancia vital, sufren de invisibilidad social: el bajo valor social atribuido a su trabajo contradice su papel central en el sistema de desarrollo socioeconómico”. Estas labores, en general, son invisibilizadas y no se incluyen de manera significativa en la discusión de las políticas públicas, especialmente las económicas.
La OIT estima que el número de personas que requieren un cuidador aumentará a 2.300 millones para 2030, debido al creciente número de niños, ancianos y personas con discapacidad que requieren estos servicios.
Es probable que la demanda de trabajadores y servicios de cuidados aumente drásticamente en el futuro. Por lo tanto, políticas gubernamentales, como la Reforma Laboral, propuesta por el Ministerio del Trabajo, son esenciales para garantizar que tanto los trabajadores de la economía del cuidado como aquellos que los necesitan, reciban la atención y garantías merecidas.
Según Guedes, “en varios países de América Latina y el Caribe, el cuidado de bebés, niños, ancianos y personas con discapacidad lo realizan tradicionalmente las mujeres de la familia, sin remuneración y dentro del hogar. Sin embargo, cuando la situación financiera de una familia lo permite, los servicios de cuidados remunerados casi siempre los prestan trabajadores domésticos contratados”. Así, constantemente las familias con menores ingresos suelen buscar a organizaciones comunitarias para la atención y, que la mujer a menudo madre, pueda ir a trabajar.
Un informe global de la OIT demostró que hombres y mujeres no aportan los mismos esfuerzos al trabajo del cuidado no remunerado en ningún país, igualmente, estima que, en promedio, las mujeres realizan el 76,2% de esta labor. Para la investigadora, “en todo el mundo, las mujeres están sobrecargadas con el trabajo de cuidados, debido a cuestiones culturales y de género y a muchos otros factores que pueden arraigar esta práctica”.
El Gobierno del Cambio, especialmente entidades como el Ministerio del Trabajo o la Vicepresidencia, han establecido un plan de trabajo en pro de la economía del cuidado. Entre estas, las apuestas con enfoque de género y la búsqueda por mejorar las condiciones laborales, así como la concienciación de estas labores como parte integral de la sociedad y de la economía nacional, muestran el empeño y el reconocimiento de este sector.
Los cambios estructurales para transformar el sector del cuidado en América Latina siguen en marcha. “Históricamente, la participación del Estado en la economía del cuidado en América Latina ha sido limitada, sin embargo, las políticas existentes pueden servir de modelo para otros países. Dadas las transformaciones estructurales en curso que presionan el déficit de atención existente, implementar políticas para ayudar a satisfacer la demanda de atención y garantizar la calidad de la atención en América Latina”, puntualizó Claudia Guedes.
Ya que la economía del cuidado abarca varios sectores nacionales, continuar con estas políticas públicas y estos cambios sociales es significativo para superar la desigualdad, mejorar la calidad de vida, combatir la pobreza y lograr transformaciones profundas en Colombia.