
Daniela Luna es habitante de la zona alta de la localidad San Cristóbal de Bogotá, artista plástica de profesión y fundadora de la Colectiva Surcos en la piel, una agrupación de mujeres nacida de la recuperación de memoria de las adultas mayores.
Hace siete años fue parte de las fundadoras de la colectiva y hoy con las mujeres de la localidad construyen juntas un espacio donde los saberes de todas sea un hito de la economía solidaria, memoria colectiva y bandera por la defensa del territorio.
“Muchas de nosotras venimos de tradiciones, de oficios de tejeduría, del campo, de recuperar también las historias más antiguas que nos convocan a nosotras como generaciones. Desde ahí, la oralidad también fue muy importante para poder construir este espacio. Con un interés personal de recuperar la historia propia y la memoria propia encarnada en la piel de las abuelas”.
¿Qué significa la colectividad para ustedes?
“Para nosotras es muy importante la colectividad, la colectivización de nuestras luchas, entonces la lucha también por el barrio, por el agua, por lo más básico que nos caracteriza, por lo que se necesita para vivir como comunidad, eso es lo que también intentamos recuperar.
¿Cuál es el significado de Surcos en la piel?
“Nos preguntábamos ¿qué guardan las historias de nuestras abuelas?
Las marcas también de la piel y por eso también el nombre de Surcos en la piel que intenta rescatar las historias de vida que se relatan a través de la piel y se experimentan o dejan huella en la piel. Esa noción de la tierra como un patrimonio común. Porque por eso también mostramos las huertas que tenemos nosotras, todas en pandemia hicimos una huerta, entonces ahí también está la importancia de la tierra y de la semilla y de sembrar y sobre todo de alimentarnos desde la olla comunitaria
Surcos en la piel es una metáfora de la tierra y los surcos del arado.
Entonces cuando los campesinos siembran en la tierra, se hacen unos pequeños surquitos en donde se ponen las semillas y así mismo la piel es la tierra. Entonces es la metáfora de la tierra en la piel, cómo a través de la historia, pues nosotras guardamos las semillas de la memoria y nuestra piel es la germinación de esa memoria”.
¿Qué hace Surcos en la piel?
“Nosotras nos reunimos para generar espacios de encuentro, de diálogo y también de creación colectiva. Hacemos ejercicios de arpillería, tejeduría, diálogos literarios, clubes de lectura, sobre todo también de lectura crítica de la realidad y de la desigualdad estructural que encarnan nuestras anteriores generaciones y por eso nosotras, como mujeres jóvenes o mujeres adultas hacemos la resignificación de esas memorias de dolor y violencia que se guardan ancestralmente también en nuestros úteros. Por eso también utilizamos la metáfora del cuerpo de la piel, porque a través de ella nos permitimos profundizar en esos temas que nos incomodan para nosotras como mujeres y nos permite también proyectar nuestra emancipación, nuestra soberanía. Y, sobre todo la posibilidad de hablar porque durante mucho tiempo nos quitaron la voz”.
¿Cuántas mujeres hacen parte, cómo se conocieron?
“De la solidaridad de la comunidad, de la colectividad, de la cooperación. En principio nos juntamos varias artistas plásticas que nos pensábamos un poco de manera crítica, pues el lugar del territorio, el lugar del cuerpo, el lugar de la memoria y de la mujer, porque éramos amigas y éramos feministas. En ese sentido nos interesaba mucho hablar desde la periferia y nos empezamos a reunir con mujeres del territorio de nuestros barrios, nosotras mismas somos habitantes de un territorio que tiene una memoria rural y que eso también nos hace identificar con el entorno natural recuperando la memoria desde el patrimonio natural y cultural que nos caracteriza como localidad.
Empezamos a reunirnos en los salones comunales de los barrios altos de San Cristóbal para hablar del saber y del oficio que reúne a las mujeres”.
¿Cuál es la importancia de estos procesos y su continuación?
“Ese tipo de valores hacen que nuestra asociatividad adquiera un valor patrimonial para nuestros barrios porque somos las mujeres quienes estamos sosteniendo la vida y quienes construimos una noción de territorio desde nuestros propios cuerpos.
Por eso también nuestras mayores son importantes en el grupo, porque ellas nos traen todas las historias de agresión y de conflictividad del pasado para poder transformar el presente.
Creo que es importante resaltar que cada una de nosotras tiene un saber y en el Circuito Asociativo lo que intentamos también mostrar eso que cada una tiene por entregar que nada más es la noción del espíritu. Yo creo que cada una, desde su arte o desde su oficio, muestra lo que tiene por dentro y lo que es. Entonces la artesanía, lo manual que hacemos, lo que hacemos con nuestras manos es nada más una manifestación del espíritu.
Invitó a que hagan parte y se enteren de lo que está haciendo la colectiva Surcos en la piel que son espacios de participación, porque lo que nos interesa es vincular personas, vincular comunidad para que se puedan dar cuenta de que hay un pensamiento diferente y que podemos atravesar todas las vicisitudes que nos ha tocado enfrentar como comunidad, desde una noción de las feminización, de darnos cuenta que tenemos un potencial muy grande como cuidadoras, como madres como hermanas, como vecinas y que podemos tener en nuestras manos la posibilidad de transformar otras realidades, de generar cambios, de generar también referentes para otros jóvenes que puedan también dedicarse y que quieran hacer este tipo de procesos”.